Luis David de la Fuente

hace 1 año · 7 min. de lectura · ~100 ·

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Silicon Valley Crack

Silicon Valley Crack

Silicon Valley Bank Crack

Sobre lo que está pasando en el SVB y cómo puede afectarte.

El viernes, las autoridades del estado de California intervinieron el Silicon Valley Bank, la entidad concebida hace exactamente 40 años por Bill Biggerstaff y Robert Medearis en medio de una partida de poker.

La idea original era financiar a las empresas financiadas con capital-riesgo, pero pronto empezaron a prestar servicios a los propios inversores. Con el tiempo, se convirtió en uno de los bancos más grandes de Estados Unidos y el principal del Valle, donde llegó a tener un 26% de cuota de mercado.

El colapso del SVB no tiene nada que ver con la caída de Lehman Brothers en 2008 sino, más bien, con la onda expansiva del desastre económico que fue el COVID. Para reactivar la economía, los bancos centrales empezaron a imprimir billetes, pero en vez de llegar a las empresas que realmente la necesitaban, gran parte de esa inyección de liquidez acabó en manos de inversores que aprovecharon la oportunidad para obtener préstamos sin apenas coste. Incluyendo —por supuesto— al capital-riesgo.

El principio del fin 

Entre marzo de 2020 —cuando empezó el confinamiento en España— y marzo de 2021, los depósitos del SVB se doblaron. De 62.000 millones a 124.000. El problema es que —para un banco— los depósitos no dejan de ser una responsabilidad que cuesta dinero, tanto para pagar los intereses de los depositarios como para mantener la infraestructura necesaria para atenderlos: sucursales, sistema informático, personal...

Para compensar esos gastos, los bancos prestan o invierten ese dinero, pero el SVB no era capaz de hacerlo —con unas mínimas garantías— a la misma velocidad que lo recibía. Así que, los directivos decidieron invertir la mayoría de esos nuevos depósitos en bonos respaldados por el gobierno estadounidense. Con los intereses prácticamente a cero, optaron por comprar bonos a 10 años, para al menos rascar una raquítica rentabilidad del 1,56%.

La tormenta perfecta

Inundar el mercado con dinero, disparó la inflación y —para intentar detenerla— los bancos centrales empezaron a subir los tipos de interés, lo que hizo que bajara el precio de los bonos que había comprado el SVB ¿para qué compraría alguien bonos con una rentabilidad del 1,56% cuando podía comprar nuevos con el doble de rentabilidad?

Esa depreciación no tendría ninguna consecuencia para el SVB excepto que tuviera que vender sus bonos antes del plazo de 10 años, cuando le devolverían el dinero que había invertido, el problema es que… tuvo que venderlos.

Una vez pasada la pandemia, se hizo evidente que el sector tecnológico había acelerado demasiado. Las grandes compañías tecnológicas despidieron a miles de empleados y los inversores dejaron de financiar los proyectos que no tuvieran un mínimo viso de ser rentables en algún momento. Las startups que habían ingresado sus rondas de inversión en el SVB empezaron a tirar de sus depósitos para poder sobrevivir mucho más rápido de lo que se generaban otros nuevos.

El pánico

El martes 7 de marzo, en algunos foros de emprendedores se empiezan a extender rumores de que SVB podría tener problemas de liquidez.

El miércoles 8, el SVB actuó de forma responsable para garantizar su liquidez y vendió parte de sus activos —como los bonos con interés al 1,56%— por un 80% de su valor original, aunque eso supusiera asumir unas pérdidas de 1.800 millones de dólares, y anunció una ampliación de capital para poder financiarse. Eso sí, la operación se comunicó como el culo y en el peor momento posible, con el mercado financiero aun digiriendo la quiebra del banco Silvergate y de FTX. El mercado entró en pánico y la acción de SVB se desplomó.

El jueves 9, Greg Becker —CEO del banco— compareció en una rueda de prensa en la que pidió a los clientes de SVB que mantuvieran la calma y no entrar en pánico… que consiguió exactamente el efecto contrario. Varios fondos de inversión empezaron a recomendar a sus compañías participadas que sacaran sus fondos del banco. Solo ese día se retiraron 42.000 millones del banco, que dejó un descubierto de 958 millones de dólares.

El viernes 10, la entidad era intervenida.

© Ilustración original de Hugo Tobio, dibujolari profesional de Bilbao.
© Ilustración original de Hugo Tobio, dibujolari profesional de Bilbao.

¿Y ahora qué?

Tanto en Norteamérica como en Europa existen fondos y organismos que garantizan los depósitos bancarios... hasta cierto punto (250.000 dólares en Estados Unidos y 100.000 euros en la Unión), pero en el SVB apenas un 2,7% de los depósitos estaban garantizados por completo.

El cliente-tipo del SVB es una startup que ingresa en su cuenta el dinero levantado en su ronda de inversión, de donde va pagando las nóminas de sus empleados y sus gastos operativos. ¿Qué pasa con todos esos depósitos que superan los 250.000 dólares? Pues, basicamente, no se sabe.

En el mejor escenario, el SVB encontrará un comprador que se hará con todos sus activos a precio de derribo, a cambio de garantizar la liquidez de los depósitos. En el peor, se liquidaran todos los activos del banco y se pagará a cada depositario la parte proporcional que le corresponda. Si dichos activos se venden por un 80% de su precio original, cada empresa recibirá un 80% del dinero que tenía en cuenta, pero la clave no es tanto el cuanto como el cuándo.

El organismo de control americano ha prometido que los clientes podrán retirar esos 250.000 dólares la próxima semana, pero para muchas startups no sera dinero suficiente para pagar a su plantilla; y es posible que algunos directivos prefieran despedirla antes que asumir las responsabilidades legales que acarrea seguir operando cuando tu empresa está en quiebra técnica.

¿Te podría haber pasado esto a ti?

Como era previsible, las redes se han llenado de «Capitanes A Posteriori» ridiculizando a los emprendedores que no mantienen varias cuentas bancarias con un máximo de 250.000 dólares en cada una. Sostener semejante memez, solo demuestra tener un completo desconocimiento de cómo se financia una startup o se gestiona una empresa de un mínimo tamaño.

Mantener ocho cuentas, con un saldo máximo de 250.000 dólares en cada una, en ocho entidades bancarias diferentes para ingresar una ronda de inversión de 2 millones de dólares —que en Silicon Valley se consideraría «modesta»— no solo sería una pesadilla administrativa sino, también, financieramente ineficiente.

Cuanto más dinero tienes en una entidad, mejores condiciones te ofrece, evidentemente, pero en el caso de las empresas no estamos hablando de bajar las comisiones por sacar efectivo en un cajero o regalarte una batería de cocina, sino líneas de crédito que pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte de tu startup. Supongo que por eso no conozco ninguna pequeña o mediana empresa que trabaje con más de 3 o 4 entidades principales y que no esté expuesta —en mayor o menor medida— más allá de los depósitos garantizados.

No sé si a ti te hubiera podido pasar, pero a mí seguro que sí. Todo el dinero de Otogami estaba en el Sabadell. Todo el dinero de Manfred está en el Santander. En ambos casos, se superaban los 100.000€ en el balance. Si los bancos cayeran, nosotros también lo haríamos.

En el caso del SVB, cuando se empezaron a oír las primeras voces de alarma, muchos emprendedores dudaron entre sacar el dinero del banco, asumiendo las cancelaciones de créditos y penalizaciones, o mantenerlo y esperar a ver qué pasaba. ¿Tú sacarías todos tus ahorros de tu banco —si eso supusiera perder un 5 o un 10% de los mismos— solo porque te lo recomendara un colega, a pesar de que Forbes lo reconociera como uno de los mejores bancos de Estados Unidos?

La realidad es que si «sólo» se hubiera retirado el 95% de todo el dinero que salió el jueves, el SVB habría seguido pudiendo operar.

¿Y por qué a mí debería importarme?

Si trabajas en el sector tecnológico, el impacto de la intervención del SVB es tan imprevisible como segura, no ya por el indudable perjuicio a las miles de startups con fondos congelados sino por los posibles impagos a sus empleados y proveedores.

Lo de «Silicon Valley Bank» te puede hacer creer que no se han visto afectadas empresas nacionales, pero estás muy equivocado. Otra cosa es que quieran que se sepa. Al fin y al cabo, nadie quiere contratar a una empresa que tiene problemas.

Pero aunque no trabajes en el sector tecnológico, por supuesto que esto puede afectarte y mucho. Al fin y al cabo, todo el sistema se sustenta en la confianza. Si sus clientes la pierden y creen que es mejor guardar tus ahorros en tarjetas-regalo de Starbucks, toda la banca caerá como un castillo de naipes. Y te puede gustar más o menos, pero la banca es el intermediario que provee de crédito a personas, empresas y estados.

Cambiar el sistema es más sencillo en la teoría que en la práctica. Si exigiéramos a los bancos conservar todos los depósitos de sus clientes, sus comisiones aumentarían y el crédito se reduciría y encarecería drásticamente. Eso sí, a cambio de democratizar el acceso a los productos financieros, hemos transformado el riesgo empresarial en un verdadero riesgo sistémico.

Y siempre que el Estado debe cubrir ese riesgo para mantener el sistema de confianza, se suele plantear la nacionalización de la banca. Pero las entidades públicas han sido tradicionalmente menos eficientes que las privadas y nada impide que sean utilizadas por políticos de uno u otro signo para financiar sus propias iniciativas e intereses sin unas mínimas garantías financieras, lo que podría provocar perdidas equiparables o superiores a los rescates a la banca privada.

Así que, esto no va de que unos tecnobros mimados se queden sin pasta para pagar la oficina con futbolín y piscina de bolas en Palo Alto, sino de si nos creemos que esa cifra que aparece al consultar nuestro banco es algo real o una mera ilusión colectiva.

Por el momento, los cuatro principales bancos de Estados Unidos ya han perdido 52.000 millones de valoración bursátil. Lo que pase en los próximos días, determinará la marcha de la economía mundial en los próximos meses o años.

El SVB no hizo nada «malo», pero si se inyecta dinero público en el mismo volveremos a caer por enésima vez en la injusta privatización de ganancias y socialización de perdidas. Si no lo hacemos, las consecuencias serán impredecibles. ¿Quién está dispuesto a asumir esa responsabilidad?

En 2008, el Gobierno estadounidense dejó que Lehman Brothers cayera, pero eso tampoco nos trajo un sistema más justo. Los más débiles sufrieron los efectos de una crisis devastadora. Los más poderosos, apenas la recuerdan.


Artículo publicado por David Bonilla en La Bonilista el 12 de marzo de 2023

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