El Pre-Mortem

A veces, la mejor manera de que las cosas salgan bien es imaginar qué pasaría si salieran mal.

Aparentemente, la próxima #tarugo21 será un gran éxito. Por primera vez desde que empezamos a organizar el evento hemos tenido que rechazar patrocinadores, porque limitamos las categorías superiores y, en un año en el que la mayoría de conferencias técnicas han tenido que cancelarse, hemos vendido 760 entradas de un evento online. De locos.

Debería dejarme llevar y, simplemente, disfrutar del éxito. Sin embargo, no puedo evitar sentirme agarrotado por la responsabilidad y el miedo al fracaso. Hay un par de señales que me preocupan. La primera, el networking entre los asistentes del evento. El año pasado, se lanzaron 1.364 propuestas para celebrar reuniones uno a uno de las que surgieron oportunidades laborales y relaciones profesionales que aún perduran. Este año —a menos de una semana del evento— llevamos 405, apenas una tercera parte.

La otra, el AMA (ask me anything) que celebramos el pasado viernes y en el que apenas aparecieron 15 personas más allá de los organizadores. Quizás estamos muy mal acostumbrados respecto a la participación de la Comunidad. Quizás la gente deje todo para última hora; o quizás estemos todos AGOTADOS de vivir online. En cualquier caso, la única forma para luchar contra la ansiedad y las dudas que se me ocurrió fue realizar un Pre-Mortem con el resto del equipo, en el que analizáramos el peor escenario posible.

Imaginar que nuestro proyecto ha fracasado total y estrepitosamente, para después identificar qué circunstancias y decisiones nos llevaron al desastre.

Los veteranos saben que todos los años publicamos un Post-Mortem con los costes, ingresos, aciertos y fracasos de cada Tarugoconf. Un Post-Mortem es un «análisis forense» de un proyecto en el que, a posteriori de la conclusión del mismo —ya sea un éxito o un fracaso— se analizan los aciertos y errores cometidos. Es una técnica habitual en el mundo del desarrollo del software en general y de los videojuegos en particular, para intentar identificar áreas de mejora y lecciones aprendidas que puedan aplicarse en actividades posteriores.

El análisis Pre-Mortem es mucho menos conocido y no es, ni más ni menos, que un juego de rol consistente en imaginar que nuestro proyecto ha fracasado total y estrepitosamente, para después intentar identificar qué circunstancias y decisiones nos llevaron al desastre.

El concepto fue acuñado en 1998 por Gary Klein, psicólogo y pionero en la investigación de cómo las personas tomamos decisiones en situaciones de alta incertidumbre, como un método de evaluación de riesgos.

A diferencia de la típica reunión para identificar qué puede salir mal, el Pre-Mortem da por supuesto que todo ha salido mal. Ese simple cambio de perspectiva ayuda a romper el consenso de grupo, al facilitar una discusión positiva sobre los potenciales problemas de un proyecto.

Pero además de identificar riesgos, el Pre-Mortem es una dinámica que puede aportarnos muchas otras ventajas. Empezando por ayudarnos a definir qué se considera «éxito» o «fracaso» en un proyecto determinado. Algo que parece bastante obvio, pero que no siempre es así.

Por seguir usando la Tarugoconf como ejemplo, las principales métricas de éxito de un evento suelen ser el número de entradas y patrocinios vendidos. Pero, aunque hemos superado todas nuestras expectativas en ese apartado, seguimos temiendo que el evento fracase, así que, es evidente que nuestros objetivos y motivaciones son diferentes a las de otras conferencias.

En el futuro hipotético que dibujó nuestro Pre-Mortem, la #tarugo21 fracasó porque no nos esforzamos lo suficiente para animar a la gente a participar en el networking más informal del evento. De ahí fue fácil extrapolar qué, más allá del número de entradas que vendamos, para nosotros la Tarugoconf solo tiene sentido si ayuda a crear y cimentar relaciones profesionales.

Solo aquellos que aceptan la posibilidad de tener grandes fracasos pueden alcanzar grandes logros.

— Robert Kennedy

El Pre-Mortem también sirve para modular y dar cabida a las aportaciones de ciertos perfiles críticos y puntillosos con las actividades e iniciativas de las empresas en las que trabajan.

En una dinámica de grupo, la aportación de estos perfiles es útil y necesaria para atemperar y contrarrestar a la de los optimistas irredentos, pero al contrario que estos últimos, sus aportaciones siempre suelen ser percibidas negativamente aunque las hagan con un ánimo constructivo.

Pero personalmente creo que el mayor valor que puede extraerse de un Pre-Mortem es prepararte mentalmente para el fracaso... y permitirte entrever si serás capaz de asumirlo.

Uno de los principales motivos por los que tememos el fracaso es porque ignoramos el alcance y solemos magnificar las consecuencias del mismo. El Pre-Mortem te obliga a analizar racionalmente el impacto de un descalabro profesional que, normalmente, es mucho menor que en nuestras peores pesadillas.

Según el Pre-Mortem de la #tarugo21, los principales motivos por los que el evento podría fracasar serían que los asistentes fueran poco participativos o que las charlas no tuvieran la calidad deseada. Y, por muchas vueltas que le dimos, no encontramos ninguna forma de asegurarnos de que no pase una cosa o la otra. Si eso ocurriera, no creemos que el impacto fuera más allá de vender menos entradas en la próxima edición, que ya tenemos claro que no es nuestra principal motivación.

Lo único que creemos que la gente no perdonaría jamás sería que no hiciéramos lo que sí está en nuestra mano —poner todo el cariño del mundo para intentar honrar la confianza de la gente que ha pagado por una entrada— y eso no va a pasar. Puede ser una conclusión digna del Capitán Obvio, pero —a 4 días de la celebración de un evento donde, entre unas cosas y otras, acudirán 1.000 personas— a mí me ha ayudado a volver a conciliar el sueño.

Quién sabe, a lo mejor los Pre-Mortem también pueden ayudarte a ti.

Artículo publicado por David Bonilla en La Bonilista el 17 de octubre de 2021