Sobre barro y fango.

Atreyu y Artax en “La Historia Interminable”

¿Es lo mismo el barro que el fango?

Aunque se pueden considerar sinónimos, hay matices importantes que los diferencian. El barro es un material moldeable que, empleado adecuadamente, con paciencia y sin prisa, sirve para fabricar utensilios como jarras, vasos o ladrillos, mientras que el fango es una superficie pantanosa y estancada, mezcla de sedimentos y agua, de la que es muy complicado salir una vez has entrado en ella.

A nivel político, aunque en el Congreso de los Diputados se empeñen en mencionar que algunos “están de barro hasta arriba”, en realidad vivimos en tierras enfangadas, plagadas de corrupción, crispación y polarización, siendo un lodo cada vez más espeso. Se pretende defender un caso de supuesta malversación de fondos públicos con otro de prevaricación asociado a otro partido político. Ya no es el “y tú más” que proclaman algunos, sino el “y tú eres peor”.

Congreso de los Diputados. Madrid, España.

La situación recuerda a aquella Fantasia de La Historia Interminable (Michael Ende, 1979) en la que la “Nada” invade silenciosa e inexorablemente el mundo que habitan, acabando con la imaginación y toda ilusión o esperanza por un futuro mejor, llegando incluso a generar desafección política. De hecho, al principio de la novela del escritor alemán, Artax, el caballo de Atreyu, se ahoga en el Pantano de la Tristeza, dejándose hundir por su propia pena.

La tristeza de Artax (que en algunos casos se transforma en indignación) guarda relación con nuestra resignación actual al considerar que “todos los políticos son iguales (de malos)”, o “da igual a quien vote, me va a engañar”. No podemos permitir que esto suceda. Debemos exigir ejemplaridad, rigurosidad, respeto y transparencia. No podemos quedarnos cruzados de brazos. Y, si los partidos que actualmente están representados en el Congreso no se comprometen a revertir esta situación, la única solución es apostar por alternativas que sí lo hagan. Aguantar y esperar a las próximas elecciones se antoja demasiado lejano.

Llegamos a una situación en la que todos dudan de todo, generando desinformación de forma interesada, contribuyendo a que exista una creciente resignación con el voto en unas elecciones, limitándonos a elegir “el menos malo”. Y no se trata de jugar o hacer parecer que un partido es menos malo que otro, sino de ser, cuanto menos, respetuosos, comprometidos y coherentes.

En plena época de sequía permanente en algunos territorios, se puede considerar irresponsable derrochar la poca agua disponible para enfangar nuestro entorno.

El mejor político es aquel que no tendría por qué salir en la prensa, sino aquel que se dedica a escuchar e identificar los problemas y retos a los que nos enfrentamos para proponer soluciones. Lo demás es un espectáculo innecesario en el que, como ciudadanos, nos invitan a participar en un juego tóxico en el que todos perdemos. No se trata de decir y discutir, sino de hacer y debatir.

Este panorama contribuye a percibir un futuro distópico similar al que refleja la popular serie Black Mirror, donde los recursos y la tecnología se utilizan de forma inadecuada, dando lugar a nuevos y desconocidos dramas sociales en los que, en lugar de avanzar, retrocedemos a nivel de bienestar social.

¿Qué hacemos para salir del fango?

Ante esta situación, planteamos salir del fango agarrándonos a los juncos (flexibles y resistentes) que rodean el pantano, y después mezclar arcilla y agua para crear barro y utilizarlo como material para fabricar ladrillos con los que construir puentes (consensos) y soluciones a los retos que nos enfrentamos, como las desigualdades sociales o el calentamiento global. Frente a aquellos que se empeñan en insistir en el fango, prometiendo la salvación mediante soluciones únicas e impracticables, debemos enfocarnos en el barro como solución y plantear nuevas utilidades que nos ayuden no solo a salir del fango, sino a resolver los problemas que nos impiden avanzar hacia un futuro más próspero.

Fabricando ladrillos de barro se pueden construir puentes que faciliten consensos, acercando y conectando a personas que piensan diferente pero que comparten el mismo propósito de mejorar el bienestar de los ciudadanos de cada municipio, autonomía, país o continente.

Como indica el reputado sociólogo Fernando Vidal en una de sus últimas publicaciones, “hay que vencer la depresión política comprometiéndonos con la esperanza” y apostar por “una política más limpia, humilde, constructiva y hasta fraternal”.

Es la hora de fabricar ladrillos de barro para salir del fango. Es la hora de la incidencia frente a la indecencia. Otra forma de hacer política es posible (si apostamos por ella entre todos).