Logran tener 2.000 átomos en dos lugares a la vez
Según el principio de la superposición cuántica, una partícula concreta, por ejemplo un electrón, existe al mismo tiempo en todos sus posibles estados (o configuración de propiedades). Y no es hasta que un científico lo mide en su laboratorio cuando todas esas posibilidades se concretan en un único resultado, que se corresponde solo con una de sus posibles configuraciones. En otras palabras, es como si las partículas pudieran estar en varios lugares a la vez, y solo se materializaran en el lugar exacto en que el investigador las busca.
Esta extraña propiedad, que no se da en nuestra realidad macroscópica y diaria, se ha comprobado miles de veces en experimentos. Y ahora, un equipo de investigadores de las universidades de Viena y Basilea acaba de probar el principio de superposición cuántica a una escala nunca vista hasta ahora, la de una serie de moléculas complejas y compuestas por cerca de dos mil átomos. El impresionante logro, que lleva a la mecánica cuántica a una escala de masas desconocida hasta ahora, acaba de publicarse en la revista Nature Physics.
El principio de superposición es un sello distintivo de la teoría cuántica que surge de una de sus ecuaciones más fundamentales, la de Schrödinger, que describe a las partículas como funciones de onda que, al igual que las ondas de agua en la superficie de un estanque, pueden interferirse unas a otras. Sin embargo, y a diferencia de las ondas de agua, que reflejan un comportamiento colectivo de muchas moléculas de agua que interactúan, las ondas cuánticas también pueden asociarse con partículas aisladas.
Puede que el ejemplo más elegante de la naturaleza ondulatoria de las partículas sea el experimento de doble rendija, en el que una única partícula pasa simultáneamente por dos rendijas. Este efecto se ha demostrado para fotones, electrones, neutrones, átomos enteros e incluso moléculas, y plantea una pregunta con la que físicos y filósofos han luchado desde los primeros días de la mecánica cuántica: ¿cómo se traducen estos extraños efectos cuánticos al mundo clásico con el que todos estamos familiarizados? O, dicho de otro modo, ¿cómo es posible que las partículas, los "ladrillos" de los que se compone la materia, se comporten de un modo totalmente diferente al de los objetos materiales del mundo que nos es familiar?
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