Y con ellos llegó el jolgorio

Francisco Pradilla y Ortiz, el pintor aragonés que había triunfado con la famosa obra, Doña Juana la loca, fue lanzado, gracias a ella, al estrellato "pinturero". Consiguió la medalla de honor en la Exposición Nacional de 1878. Este éxito hizo que el presidente del Senado en ese tiempo, el marqués de Barzanallana, nombre que parece haberse cogido del famoso juego de niños en que  solo puede utilizarse una misma vocal, Birzinillini. Tontadas aparte, el marqués de las aes, encargó a Pradilla este lienzo como símbolo de la unidad de España. 

El marqués debía haber investigado "un pelín" más, ya que esa unidad, suigéneris, no se dio al conquistar Granada en 1492, sino hasta la toma del reino de Navarra en 1512 por Fernando el Católico.

El cuadro fue realizado por el pintor en Roma, quedando gratamente satisfechos los senadores con su ejecución. Al parecer  acudió la gente en masa a ver la obra y, hasta el rey Alfonso XII la alabó. Esto es algo que, nuestro autor, un lince como vendedor, aprovechó para conseguir el doble de lo estipulado.

Don Francisco se documentó a la hora de realizar la obra.La corona y el cetro están en la Capilla Real  de Granada, y la espada del rey Boabdil, en el Museo del Ejército. 

Representados en el cuadro vemos, entre otros, a la hija mayor de los Reyes Católicos, Isabel, que había contraído nupcias con el rey de Portugal, fallecido en 1491 como consecuencia de una caída del caballo. A su lado, el segundo hijo, Juan, que moriría poco más tarde debido a "excesos en el amor". También aparecen en el cuadro el cruel y fanático inquisidor Torquemada y el fiel capitán Gonzalo Fernández de Córdoba.

Volviendo al autor del cuadro, el éxito hizo que le llovieran los encargos, entre ellos, para los nuevos palacetes de Madrid, entre ellos, el de Linares en la plaza de Cibeles.

Francisco Pradilla llegó a acumular una inmensa fortuna, pero, ya se sabe, la fortuna es una veleta, y acabó perdiéndola por la quiebra de la banca Villodas. Recordad el dicho, no se deben poner todos los huevos en la misma cesta. Tal situación le llevó a tener que incrementar su producción, a pesar de la muerte de su hija que le sumió en una profunda tristeza. 

En 1896 fue nombrado director del Museo del Prado, pero, otro dicho dice, zapatero a tus zapatos y, en ese sentido, era excelente pintor, pero pésimo gestor. Se vio envuelto en varios escándalos como el robo de un boceto de Murillo.

Ya veis, nadie es perfecto.