UB-65 (Ficción novelada de la leyenda II )

UB-65 (Ficción novelada de la leyenda)

Todo lo ocurrido fue antes de iniciar nuestra primera misión de guerra. Mas de una docena de muertes y ni un solo torpedo lanzado, todo un record en la Marina Imperial Alemana.

Pero todo llega. Primera misión, área de patrulla Sur-Este del Reino Unido y primer barco hundido. Esa noche en superficie el mar esta en calma, se aprovecha para respirar aire limpio, tanto marineros como el propio submarino. No puedes imaginar el perfume de casi 40 hombres encerrados en un espacio tan pequeño y con sistema de camas calientes, se levanta uno, para que el otro se acueste. Los turnos se suceden cuando el vigía de estribor empezó a señalar la proa, ¡ha vuelto, el segundo oficial ha vuelto!

Los siguientes días fueron un cumulo de presencias del espectro en cubierta, siempre en proa y con las olas pasando a través de él. Dentro del buque, reflejos, frío y sensaciones de ser tocado, en el cuello, la frente, la mejilla. ¿Que si yo lo vi? Hasta aquel momento no, pero si note el frío, si que me pareció que una luz verde atravesaba de estribor a babor, como si viniera del mar y el UB-65 fuera de mantequilla y si note junto a los mandos del lastre como si algo me tirará de la mano hacia abajo. La histeria colectiva iba en aumento y el comandante decidió poner rumbo a puerto antes de que ocurriera algo más grave.

La aproximación a puerto estaba siendo perfecta, con las amarras preparadas para atracar sonó la alarma aérea, nos quedamos parados, en el peor momento, imposible la inmersión. eramos blanco fácil. Pero fue una luz verde, más intensa que nunca la que desato el pánico desde la proa llegaba el reflejo y delante todos los marineros luchando por ser los primeros en abandonar el barco, dos de ellos chocaron con tal fuerza en el borde del mamparo que cayeron desmayados en el suelo mientras sus compañeros los pisaban, en todas las caras se veía el mismo gesto desencajado.

Explosiones en el exterior, balanceo brusco y golpe en mi cabeza. Mareado y sordo el espectro llego a mi, se acercó, parecía hablarme, cada vez mas cerca, frío, la mano extendida, yo no entendía, no podía escucharle, la niebla verde no me permitía ver, se disipo, fue como si me atravesará. Las sirenas cesaron y los dos marineros del suelo empezaban a levantarse, decidí salir de allí rápido. Desde la cubierta vi el desastre, los aviones británicos habían realizado una masacre en tierra, mis compañeros que corrieron por la pasarela colocada en el último momento, yacían la mayor parte de ellos en el suelo del muelle, entre ellos el comandante, sus ojos sin vida apuntaban al submarino como intentando salvarlo de las bombas.

El funeral nervioso, así se hubiera titulado de ser un articulo en el periódico. La orden llego con las paladas de tierra resonando en los ataúdes. Columna de buques avistada, salir e interceptar. El revuelo fue enorme, faltaban hombres, con nuevo comandante inexperto y muchas preguntas en mi cabeza. 

Rumbo Norte-Oeste. De nuevo todo parece normal, nuevos barcos enemigos hundidos y por fin una noche para airear. vamos saliendo por turnos. El nuevo comandante ha estado a la altura, pero comete un error fatal. Los turnos para salir a cubierta van por puestos, los últimos serán los oficiales, puente, sala de máquinas, torpedos, al volver los torpederos encuentran a su jefe colgado, a pesar de los esfuerzos por reanimar, está muerto. Nunca dejes a un hombre solo.En ese mismo momento el espectro aparece en su puesto de proa. 

Inmersión, la sensación es que no estas seguro ni abajo, ni en superficie. Debe ser esa sensación equivocada de estar mejor en un sitio cerrado. Todos estamos viendo al jefe de torpedos en el suelo tapado con una sabana. A las dos horas se decide ¡superficie! para sepultarlo en el mar.

El cortejo en cubierta ofrece el cuerpo al mar, unos minutos de recogimiento. El vigía ¡Buque a estribor, proa hundida! viene a por nosotros. Alarma, inmersión. La linea de marineros en perfecto orden se desplaza hacia las escotillas, una figura rompe la formación y salta al mar. Rápido, rápido vamos, no hay tiempo. Un marinero de maquinas menos, grandes columnas de agua por los disparos realizados se elevan hacia el cielo, el mar nos cubre. Empieza el juego del gato y el ratón. Las cargas de profundidad son armas muy cobardes, caen y explotan intentando romper el casco, sin acertar de pleno originan constantes filtraciones y siempre estas pendiente de si la próxima será la última. El resplandor espectral verde se muestra de nuevo, de aquí para allá.

Superado el ataque, las conversaciones fueron unánimes, jamas volverían a subir al UB-65 incluso los oficiales estaban unidos en el motín. Preferible ser fusilados a volver al mar. Así era el pánico que se había apoderado de todos nosotros.

Al llegar a puerto nos esperaba un comité de bienvenida extraño, fuimos separados de inmediato e interrogados. Omití el episodio de la aproximación del espectro, entre ser fusilado o internado en un manicomio la primera opción era la mejor. 

A la pregunta ¿Va a volver usted a servir en el UB-65? me encontré con la sorpresa de decir -Si. Algo había dentro de mi que me llevaba a saber más, a pesar de ser el que más cerca había estado del espectro del Segundo, quería saber, necesitaba conocer que era, ¿alucinaciones? imposible era tan real, ¿que hacia allí? ¿que pretendía? 

Desconozco que fue de mis antiguos compañeros, ni uno solo había vuelto. El Almirante en persona, con un obispo y yo fuimos los únicos testigos de como se exorcizo el submarino. Fui aleccionado por el Almirante a no abrir la boca sobre lo ocurrido. Mi sensación era que el trabajo del religioso había servido de poco. Allí solo, mi mente empezó a divagar ¿Que hacia de vuelta en el UB-65? Mi subconsciente se había dado cuenta de algo que yo desconocía en ese momento, esa era mi sensación.

Una luz verde venia de nuevo hacia mi desde la sala de torpedos, se acercaba despacio el Segundo oficial, sin duda se paro y levanto la mirada...

Me encontraron sentado en el suelo, junto a las válvulas del lastre, en mi puesto. Habían pasado cuatro horas ¡Despierta! escuché a la vez que golpeaban mi pie. Podía haberles explicado que no estaba dormido, decirles lo que les esperaba, que tenían una opción, que podían salvarse, pero solo sonreí. 

La nueva tripulación era lo mas parecido a una galería de una prisión, lo peor de la Marina Imperial. Y por algún medio sabían de mi, alguien en puerto, o tal vez los mismos mandos incrédulos, querían forzar la situación. Estaba vigilado y era bastante peligroso bajar la guardia.

Abastecido y armado el UB-65 se hizo a la mar en su último viaje. De nuevo rumbo Noroeste. de nuevo practicas y de nuevo un marinero, casualmente el que golpeo mi pie, saltó al mar por popa, directo a las hélices, el artillero se vuelve loco y dispara su cañón intentando dañar el submarino, es detenido. El jefe de maquinas otro con el que había mantenido yo un cambio de impresiones, sufrió un accidente "fortuito" que le costó la pierna. Los desplantes cesaron, los comentarios en voz baja aumentaron.

10 de Julio de 1918  Padstow, Suroeste del Reino Unido.

Parados en superficie. Las discusiones entre la tripulación eran constantes, el ambiente se caldeaba, la luz verde surgió de nuevo desde la sala de torpedos, esta vez más rápida que nunca iba recorriendo el submarino, los marinos como un banco de peces que huyen del depredador, corrían de un lado a otro. Era mi momento, solté la chapa que tapaba mi petate preparado y me lancé a la escalera, subí rápido y me tiré al mar, en el aire me pareció oír el ruido de la escotilla al caer y cerrarse. Nadé como nunca antes lo había hecho, al sacar la cabeza para respirar me quede helado, delante de mi la proa de un Submarino, por las características Americano. Maldita la gracia de volver al UB-65 montado encima de un torpedo. Volví la cabeza justo a tiempo de ver la explosión que destrozó a lo que hasta entonces era mi nave. 

En la proa con su halo verde el Segundo Oficial Hans giró su cabeza y levantó su mano izquierda retirando la pipa de la boca. Me alejé del área de la contienda con mucho cuidado intentando no ser visto y alegrándome del cambio habido en el protocolo de combate por parte de los contendientes, mientras el UB-65 se unía a la lista de barcos hundidos con toda su dotación.

Me recogió un pesquero Ingles, la ropa de la Marina había quedado a muchas millas de distancia, mis papeles perfectamente falsificados cumplieron su cometido. 

                                                                                                                                         Manuscrito de James McKinley.

Denver News

A la atención de Richard Garner.

Tal y como acordamos por conversación telefónica le envío el manuscrito. Como le dije, agradecería que no lo comentara con nadie por ser un tema muy personal.

Si la historia le atrae debería añadir al texto su profesionalidad y estilo. (No soy escritor)

Cordialmente, James McKinley.

Continua en UB-65 (Ficción novelada de la leyenda III) El desenlace

                                                                                    El descanso del UB-65

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