SIEMPRE ES INVIERNO

"Para llegar a la luz, hay que pasar por la sombra"

Frase propuesta por Ana Blasco

El invierno es muy puñetero. Días muy cortos y fríos. Y cada rayito de sol que nos regala, lo aprovechamos al máximo. He pasado muchos inviernos fríos y largos, pero ninguno como mi propio invierno personal que duró casi cuatro años.

Fue un invierno perenne. Y apenas salía el sol. De vez en cuando lo apreciaba entre los negros nubarrones, con la esperanza de que estaba llegando a su fin. Pero no, el muy cabrito volvía a hacerse fuerte y regresaba la lluvia, el frío y las nubes tinta china.

Reconozco que perdí la esperanza durante un tiempo. Me convencí que el invierno sería la única estación de mi vida desde entonces. Y traté de adaptarme a él. Largas siestas seguidas de otras más cortas. Sofá, mando de la tele (mi gran compañera de fatigas) y yo.
¿Porque salir de casa con este frío?.

Y te vas metiendo en una cárcel tan irreal como innecesaria. Bueno, esto lo digo ahora porque en su día me parecía lógica y acogedora.
De vez en cuando miraba por la ventana con la esperanza de atisbar un mínimo rayo de sol, que por supuesto era incapaz de ver.

De poco me servía esa gente, maravillosa gente, que me decía: " ¿Tas tonto? ¿Pero si estamos en verano, capullo?." Sería en su ciudad, no en la mía (aunque vivían a 10 minutos de mi casa).

No me preguntéis por qué.  Ni yo mismo se la respuesta. Un día, al levantarme, decidí salir de casa. Llevaba meses encerrado y algo me decía que saliera. Me puse un abrigo de cojones, bufanda y guantes,  y bajé a la calle. La primera sensación fue un golpe de aire helador en la cara." Que hago yo aquí"  - me preguntaba sin parar.

Comencé a caminar, congelado. Hice ademán de darme la vuelta pero pensé... ¿Tienes algo mejor que hacer?.  La respuesta era clara.

Seguí caminando sin un rumbo claro y al poco tiempo, la bufanda y los guantes empezaban a sobrarme. Era como si mi cuerpo empezara a sentirse cómodo con la fría temperatura.
Llegué a una solitaria plaza flanqueada por dos bancos de madera. Y me senté. Nadie a mi alrededor. Me preguntaba donde estaría todo el mundo aunque mi respuesta fue inmediata: " Con este frío... Joder! En casa! ". 

Pero ya no hacía tanto frío. Desabroché mi gordo plumas y al hacerlo, descubrí que..... ¡Estaba sudando!. "Igual me estoy pillando una gripe de las gordas".
En ese instante apareció una señora. Era mayor, de unos 60 años. Arrastraba un colorido carrito de la compra y, para mi sorpresa,.... ¡Estaba en manga corta!

"Estupendo día, ¿verdad?" - me espetó.
"Frío día, diría yo. ¿No tiene frío, señora?" - contesté abrumado ante semejante frescura serrana.
"¿Frío? ¡Pero si hace un día estupendo!. Posiblemente el mejor día en toda la primavera."

Me quedé helado. ¿Primavera?. ¿Tanto tiempo he estado sin salir de casa?. No me había ni planteado que el invierno estaba durando mucho,.... muchísimo.
La mujer, con una amplia sonrisa, me dió los buenos días y siguió su camino.

Y ahí estaba yo, desconcertado, sudando como un esquimal en Tanger, preguntándome cuanto tiempo había estado haciendo el idiota creyendo que todo era frío, lluvia y oscuridad.
Sin saber de donde, comenzaron a aparecer padres con niños, parejas paseando, ancianos caminando lentamente con un resuello marcado en su rostro.

Y yo, sentado en mi banco, ojiplático y sudoroso, comenzaba a darme cuenta de que mi realidad hasta entonces no era verdaderamente real.
Un destello me cegó repentinamente. Entre las nubes, un rayo de sol acertó de lleno en mi ojo derecho. ¡El sol! ¡Sale el sol por fin!.

Ya no había gripe. No había frío ni sueño. El invierno terminaba y tuve que darme cuenta casi por "casualidad". Quizá, para llegar a la luz, tuve que pasar por la sombra.....