"Papá, mamá: no quiero ir a la universidad este año"

El otro día un vecino cercano que acaba de terminar segundo de bachillerato y aprobar Selectividad con buenas calificaciones, me dijo que le había confesado a sus padres que no iba a querer ir a la universidad este año. Me comentaba que no sabía muy bien lo que quería estudiar, que tenía una ligera idea pero no estaba seguro. "No te imaginas cómo se pusieron mis padres, Mel. No se le esperaban y se decepcionaron mucho conmigo. Pero, ¿por qué tengo que hacer algo si no estoy seguro de ello?". 

Desgraciadamente, esto es lo que tienen que sufrir bastantes jóvenes hoy el día. Algunos de ellos tendrán muy claro que quieran cursas un grado universitario, un ciclo formativo o ponerse a trabajar. Pero, ¿y los que no? ¿No tenemos derecho a sentirnos inseguros y a tener dudas sobre lo que elegir para nuestro futuro? Antes de acceder a estudios superiores todo era muy fácil. Primaria, educación secundaria y si querías seguir avanzando, bachillerato. ¿Pero luego qué? ¿Qué pasa después? 

Muchos padres lo tienen fácil: "¡tienes que ir a la universidad!" "¡tienes que seguir formándote!" "¡tienes que tener un título colgado en la pared!". Pero que eso sea lo más fácil, no quiere decir que sea lo correcto ni lo adecuado. "Papá, mamá: no quiero ir este año a la universidad", no debería convertirse en una de las frases más temidas. Al menos no hasta escuchar del todo las explicaciones y los motivos de los hijos. ¿Y si quieren desarrollar su creatividad? ¿Y si quieren trabajar para poder estudiar en otro país? ¿Y si quieren hacer diversos cursos online concretos quitándose la burocracia de la facultad?

Hay dejar claras algunas cosas: 

1) Que los jóvenes no quieran ir a la universidad no significa que sean unos vagos. ¡Ni mucho menos! Quizás piensen o crean que ese, de momento, no es su sitio y prefieren esperar hasta cuando hayan descubierto lo que quieren hacer. 

2) Todas las personas de este mundo necesitamos ciertos momentos y espacios para pensar en lo que queremos hacer. Pues los jóvenes y adolescentes también. Hay que tener en cuenta, que se han pasado prácticamente toda su vida estudiando. Y quizás, un descanso de las aulas y del sistema educativo sea lo más adecuado para ellos. 

3) Ir a la universidad tiene que ser una decisión propia, no de las familias. ¿Qué sentido tiene que un estudiante vaya a la universidad por obligación? Sería básicamente lo mismo que las etapas educativas anteriores: desmotivación, desilusión, y poca emoción. Y la universidad ya es demasiado dura para que encima entres por la puerta como un alma en pena. 

Pero la historia no acaba aquí (cómo no podría ser de otra manera). En una de esas veces que estas esperando el ascensor, te puede pasar lo más inesperado del mundo. Los padres del chico, del chico que os hablaba antes, claro, me dijeron sin pelos en la lengua: "Mel, tú que te dedicas a la educación, y conoces a nuestro hijo. ¿Por qué no le convences para que vaya a la universidad? Es que él no quiere ir"

¡A tomar viento fresco, señores! Si no dejáis de insistir en todo momento, no va a querer ir nunca. Eso, por supuesto no se lo dije, pero os confieso que me quedo con las ganas. Lo que respondí (yo muy educada), fue: "ya, pero es que yo comprendo que no quiera ir a la universidad, quizá necesite algún tiempo para hacer otra cosa". Y con todo y con eso, me llovieron miradas asesinas por todas partes. Vamos, que mi instinto me decía que tenía que salir corriendo. 

A lo que vamos, que me enredo yo sola con mis palabras: padres, madres, no se acaba el mundo por no querer ir a la universidad el mismo año que se  termina bachillerato, y tampoco pasa nada porque se tarden algunos más en asistir, o que los jóvenes no pisen nunca una facultad. No, de verdad que no os van a caer piedras gigantes sobre la cabeza. Un última cosa, por si sirve de algo: confiad en vuestros hijos un poco más, y no les metáis tantísima presión. ¡Pobres!