IMPACTO

Desde Alicante hacia Murcia, un trayecto semanal, sólo de sábado y domingo, que despega casi por casualidad y termina lleno de luces y magia. Esperaba un equipo compacto, intercultural y de alto rendimiento. Llegaba una persona sola, un híbrido cultural transformado por ese alto rendimiento, aunque de naturaleza diferente al la del equipo en cuestión.

Y juntos, un todo, elaborando platos, o reforzando en el mostrador. Todo por el bien de uno y uno para el bien de todos. El planteamiento de partido es el trabajo desde el talento individual. Solo desde ahí, empezando con una sonrisa como salvaconducto, resurge el hada y/o el mago que se lleva dentro.

Entre tanto, lechuga y tomate seco, arroz y bogabante, sushi, salmón o patatas a lo pobre. El aire oliendo a playa mediterránea y la terraza llamando a gritos que nadie deje de visitarla. Desde el autobús del sábado, un ALSA Murcia-Alicante, al del lunes, un ALSA Alicante-Murcia, se da la transformación, semana a semana, durante dos meses.

Y con cuidado, se deshace fulminante el silencio y la timidez, ascendiendo al grado de doctor la motivación por hacer de un buen trabajo un trabajo mejor. Con prudencia, se deja salir la sonrisa y un guiño de ojos confirma que está bien y que no debe perderse. Es el hombre del traje azul, el que está como caído del Cielo. Él que no se ve pero observa, que no habla pero dirige, que no oye porque escucha, que no come porque te acompaña y si come, es contigo.