El ojeador de amantes de Felipe IV

Un antiguo rector de la Universidad de Salamanca,  don Gaspar de Guzmán, más conocido como el conde-duque de Olivares, tuvo la "fatal ocurrencia de utilizar la razón, la lógica" y valerse de la debilidad que tenía por el sexo su rey, Felipe IV.¿Para qué os preguntaréis?, para alcanzar el poder del mayor imperio existente en ese momento, aunque ya en franca decadencia, el español. Hombre inteligente que supo deshacerse de su rival, el famoso Duque de Lerma , se metió en un buen charco debido a sus ansias de poder.

Le vemos todo orgulloso en el famoso lienzo de Velázquez. Al igual que le pasó al duque de Lerma, su arrogancia le llevó a ser representado a caballo con la bengala de mando, pero, a diferencia de don Francisco de Sandoval, "el niño del pelotazo", no nos lo encontramos de frente, sino casi dándonos la espalda. Está como diciéndonos, "chicos, seguidme que yo sé por donde se va". ¡Y realmente lo sabía, lo que no sabía era la gran cantidad de obstáculos insalvables que encontraría!.

En este cuadro magnífico con los famosos cielos velazqueños, su autor, envanecido por saberse todo un maestro y muy conocido, deja en la parte inferior izquierda una hoja de papel en blanco, indicador de que no le hace falta firmar sus óleos, todo el mundo sabrá quien fue el autor. Lo mismito,  mismito que hacía nuestro amigo Pedro Pablo Rubens, éste, ni siquiera dejaba la hoja. ¡A que dan ganas de acercarse y poner tu firma en esa hoja en blanco! y luego decir, "ahora reclamo su autoría"

Estábamos diciendo que fue escalando en la corte española, además de por su inteligencia, por ejercer de alcahueta, celestina, correveidile, o como queráis llamarle. Felipe IV se casó, por eso de la política de estado, con la francesa Isabel de Borbón. Francia ya estaba cogiendo fuerza y empezaba a mostrar su tendencia alcista en el panorama europeo. Había que intentar ponerse a bien con el fortachón. 

Don Gaspar, como si fuera un rey mago, le hizo un buen regalo al joven rey. Se los llevó cerca de Madrid, al Palacio del Pardo, para que se desfogaran tanto tiempo como quisieran y así, dejarle a él la administración y dirección del estado.

Felipe IV heredó el trono de España cuando contaba tan solo 16 años. Hacía un año que se había casado con la francesa Isabel de Borbón. Con esa fogosidad que dan los años, le cogió el gusto, y su esposa, se ve que no le satisfacía lo suficiente. Don Gaspar, ejerciendo de celestino, le proporcionaba mujeres de toda condición. 

El "pasatiempo" le llevó a engendrar 37 hijos bastardos y 11 legítimos, seis con Isabel de Borbón y 5 con Ana María de Austria, su segunda mujer. Tenía una afición especial hacia las actrices, y con una de ella, María Inés Calderón, "la Calderona", tuvo al único bastardo que llegó a reconocer, Juan José de Austria. 

Tanto le tiraban las faldas, que llegó a pretender a una novicia. Tan prendado estuvo de esta monja, que tuvieron que representar en su convento la muerte de la misma para que éste dejara de acosarla. Pero volvamos a nuestro personaje principal, el conde-duque Olivares.

Don Gaspar intentó imponer una política fiscal más igualitaria entre todos los territorios del imperio. Hasta ese momento, Castilla soportaba el 73% de los gastos, Portugal, por aquel entonces español, el 10%, Nápoles el 5%,  Aragón,  el 1% y otros territorios el resto, aunque no era suficiente para equilibrar tanto gasto. 

Por otro lado, al igual que con la carga fiscal, Olivares intentó igualar la carga en aporte de hombres para el gran ejército que se precisaba. Esto lo intentó a través de la llamada "Unión de Armas". Por entonces, Cataluña no aportaba soldados que combatieran fuera de su territorio. 

Como por aquel entonces el AVE aún no podía trasladar a los soldados a combatir en Francia en el Rosellón, un contingente de soldados castellanos e italianos se dirigieron a Francia atravesando por Cataluña. Al parecer, las tropelías y atropellos cometidos por estas tropas, llevaron a la confrontación con la población. Éstos asesinaron al virrey y se llegó a los famosos sucesos del Corpus de Sangre. Aprovechando las élites y las autoridades catalanas que els segadors estaban soliviantados, comenzaron con la desconexión y proclamaron la República, algo que les duró lo mismo que un catarro, una semana y, pensándoselo mejor, nombraron conde de Barcelona al rey de Francia, poniéndose bajo su protección.

Ya que se había abierto el melón de las insubordinaciones, los portugueses, descontentos igualmente con la política fiscal, la Unión de Armas y los ataques que los holandeses desataron contra las posesiones portuguesas, declararon la independencia y nombraron rey al duque de Braganza, Juan IV.

En Andalucía, una parte del territorio también quiso jugar a eso de las separaciones ya que estaba de moda y Medina Sidonia lo intentó, pero, con poca convicción.

Aragón, ya que se encontraba vecina a Cataluña, se contagió, y decidió nombrar rey al duque de Híjar. En este caso, sólo la alta nobleza estaba decidida. Hay que aclarar que Olivares intentó que el país fuera llevado por "cabezas pensantes" aptas para ello y, eso implicaba dejar de dar cargos de relevancia a la alta nobleza aunque fueran retrasados.

Vizcaya, como veía que todos bailaban al mismo son, también se rebeló, "un poquito".

Galicia también comenzó alzando la voz, pero ya se sabe que, hay veces que no se sabe si suben o bajan y lo dejó correr.

Después de todo esto, que sólo se independizara Portugal, fue un milagro. Habría que dar hasta saltos de alegría de que no fuera a mayores. 

Ante esta situación, hay que destaparse ante la agudeza de Quevedo al escribir sobre "el rey planeta" que era como los agujeros, más grande cuanta más tierra le quitan"

Además de tal cantidad de males, sólo faltó que la reina, Ana de Austria, segunda esposa de Felipe, le cogiera ojeriza al conde-duque. Acabaron sacándole tarjeta roja  y desterrándolo a Toro.

Isabel de Borbón. Autor: Velázquez. Museo del Prado de Madrid                                                                                                                                                                                               Mariana de Austria. Autor:Velázquez. Museo del Prado de Madrid.

Como veis amig@s, todo un periodo de la historia de lo más movido e interesante.