Dos anécdotas para reír

¡Hola abejitas!

Acaba de terminar el partido de Champions que se disputaba entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid, y recordé dos curiosas anécdotas que hasta el día de hoy me causan muchísima gracia cuando las recuerdo. 

Resulta que como mi cuñada Diana es fanática del Atlético de Madrid, y mi esposa quiso llevarle de regalo una camiseta. Nosotros estábamos alojados en un piso en Sol, así que decidimos ir caminando a nuestro rollo, disfrutando todo lo que mirábamos en la calle, y deteniéndonos a comer cuando el cuerpo lo pedía. El día era un poco extraño, soleado, pero tenía toda la pinta de que iba a a llover.

En el centro de Madrid es muy común encontrar a estatuas vivientes, que se lo curran ¡Eh! Creatividad en su máxima expresión. Mis respetos para los artistas de la calle. 

También te sueles encontrar a grandes músicos por doquier, sobre todo cerca de La Plaza Mayor. Te deleitarás con dulces piezas de los grandes compositores de la música clásica. 

Mientras caminábamos, llegamos a un lugar donde venden comida, que está a la par de un lugar donde venden cuadros guapos, jeje. 

Allí, gastamos 10 euros por dos vasos de sangría y cuatro bocatas, prácticamente. Bastante comida, barata, y bastante para ser "comida de la calle".

Cuando llegamos al Estadio Vicente Calderón, nos detuvimos a comprar la camiseta de Diana, y pues ya que había un par allí, pues a tomarnos unas cañas.

Anécdota número 1

Al salir del bar, caminamos buscando la próxima estación de metro porque no queríamos caminar de regreso a Sol.  Llegamos hasta un lugar donde había un mapa del metro de Madrid. Se nos acercó un señor que tenía aproximadamente entre 60 a 65 años de edad y nos dice: - ¡Eh chavales! ¿Necesitáis ayuda? - No, no, estamos bien, le dije. Fabiola, el señor y yo comenzamos a caminar, nos detuvimos en el semáforo. En ese preciso instante, el señor nos dice: ¿Vosotros a qué os dedicáis? Yo soy comunicador, le dije. Fabiola contestó: Yo soy periodista. Tenéis buenas profesiones chavales, pero mirar, a mí me cabrea cómo se han cagad* en nuestro país permitiendo que entren tantos extranjeros de mier**. 

Recuerdo que en ese momento, yo abrí mis ojos de la sorpresa, quedé viendo a Fabiola, que tenía la misma cara que yo, y al unísono miramos al señor, asentimos y al mismo tiempo decíamos: Siiiiií, clarooo. 

El semáforo de peatones se puso en verde, el señor nos dijo hasta luego, y le dije a Fabiola entre risas: Vale más que no pronunciamos ninguna palabra con C o Z porque se habría dado cuenta que somos latinoamericanos. 

Anécdota 2