Confirman que los rayos cósmicos vienen de más allá de nuestra galaxia
Llegan de lo más profundo del espacio casi a la velocidad de la luz, y golpean continuamente la Tierra con una energía cien veces mayor que la de nuestros más poderosos aceleradores. No son partículas individuales, sino núcleos atómicos completos, que al llegar a la atmósfera provocan auténticas cascadas de partículas que "riegan" la superficie del planeta. Los rayos cósmicos de alta energía se conocen desde hace más de 50 años, pero están rodeados de profundos misterios. Nadie sabe de dónde vienen, ni siquiera si proceden de dentro o de fuera de nuestra propia galaxia. Y tampoco se sabe qué tipo de evento o catástrofe cósmica es capaz de acelerar un núcleo atómico completo hasta una velocidad cercana a la de la luz.
Ahora, y tras doce años de estudio ininterrumpido, un consorcio internacional compuesto por más de 400 investigadores de 18 países y 100 instituciones diferentes ha conseguido, por primera vez, confirmar que los rayos cósmicos de alta energía que bombardean la Tierra se originan fuera de nuestra Vía Láctea. En un artículo que acaba de publicar la revista Science, los científicos describen cómo lograron detectar una anisotropía, una asimetría en la distribución de las direcciones de llegada de los rayos cósmicos en el momento en el que impactan con la atmósfera terrestre.
Fue así como pudieron determinar que la dirección predominante en el momento de la llegada apunta a una amplia zona del cielo, pero se desvía en unos 90 grados de la dirección que deberían tener si los rayos cósmicos procedieran de nuestra propia galaxia. La distribución de las direcciones de llegada constituye un importante primer paso para averiguar exactamente dónde se originan.
Tal y como se explica en el artículo de Science, los rayos cósmicos de alta energía se llevan observando desde hace más de 50 años, pero sus fuentes siguen siendo un misterio. Y la mejor esperanza para descubrir dónde se originan es, precisamente, estudiar sus sentidos de marcha a medida que se aproximan a la Tierra. Algo que, sin embargo, resulta extraordinariamente difícil, ya que a lo largo de su viaje a través del espacio, los rayos cósmicos interactúan con los campos magnéticos de nuestra y de otras galaxias, que los desvían ocultando sus verdaderos puntos de origen.
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