AL ABUELO PEPE – MI ABUELO

(Relato largo) Hace años que te fuiste pero sigo acordándome de ti, con el mismo cariño que te tenía tanto de mayor como de niño. Cuantas cosas sabías y cuantas cosas me contabas en tu “hogar” al lado siempre de la cocina. De cuando eras niño y te bañabas en el río. De cuando los chiquillos veíais con asombro y admiración a un hombre que desde el Palacio Real, manejaba su cometa, que estaba en la Casa de Campo. 

De cuando con diecinueve años acabaste la carrera de veterinaria y a los veintiuno entraste en el ejército como alférez y de ahí, te destinaron a la guerra de Marruecos y al volver te encontraste con otra guerra, de la cual me contabas muchas anécdotas y experiencias vividas, de lo mal que lo pasate, de tu continua preocupación por la abuela que estaba lejos, de los horrores de esa guerra y las penurias de la posguerra. De cómo conociste a la abuela y te casaste con ella. 

De cómo hablabas tantas maravillas de tu padre, de tu madre y de tus hermanos. De la inmensa suerte que habíais tenido todos de que os educaran con respeto y obediencia. De cómo querías a toda tu familia y a la de la abuela, por la que bebías los vientos y que te tenía con los tobillos vueltos y todo lo que hiciste por ellos, que se que te quitabas de alguna cosa, para que no les faltara, ni pasaran necesidad, ni apuro. De cómo te quería toda tu familia y te apreciaban todos tus compañeros.

Siempre que ocurría en la familia un acontecimiento inesperado allá que estabais, tu y la abuela. Y eso que de salud y ya desde joven no andabas muy bien, pero siempre pensabas que siempre había alguien que estaba peor. Recuerdo cuando te ponías malísimo y yo al igual que la abuela que sufría y lloraba en silencio, no sabía que hacer y sufría mucho de verte sufrir.

Recuerdo también cuando íbamos todos al pueblo la mar de contentos porque veniáis la abuela y tu con sus patrones del "Burda" . Era una fiesta. De tus frases como la de que “De enero a Enero el dinero es del banquero” o ese que decía “La higiene a las personas muchos bienes proporciona” o la de "No hay mejor lotería que el Trabajo de cada día" entre otros dichos tuyos. De cuando salías del baño y te encontrabas en mitad del pasillo al perro y dándole un poco con el pie, le decías. ¡Vamos oscila! y vamos si oscilaba.

 Del “cariño” que tenías a los gatos, de cuando te mordió un gato callejero que tenía la rabia y las inyecciones en la tripa que había que ponerte todos los días. De los exámenes tan duros que os hacían en el Ejército para pasar de grado. De cuando traías a casa los exámenes de tus alumnos y no tenías piedad, o salían buenos o no salían, era una tremenda responsabilidad que a quienes preparabas para ser inspectores sanitarios como tu, salieran buenos. No te podías jugar tu reputación, ni tu nombre, ahora se llama "Marca Personal". O de cuando me fui a la mili los consejos que me diste.

Recuerdo cuando te jubilaste, la cantidad de premios que te dieron y homenajes que por todas partes te hicieron y es que te los merecías todos ellos y muchos más. Afortunadamente conservo esta foto del reconocimiento que el Colegio de Veterinarios tuvo contigo. Ibas con tu gabardina maravillosa, con la que ibas a todas partes. 

Y ya jubilado te viniste al pueblo con la abuela donde todos los días te recorrías por las mañanas varias calles, para luego sentarte debajo del sauce y leer el periódico. ¿Qué abuelo aprendiéndote el periódico? Te preguntábamos con malicia infantil y tu con esa  inconmensurable sonrisa socarrona respondías, "No si lo que hago es mirar las esquelas y si no veo mi nombre es que la cosa va bien". O cuando llamabas por teléfono a tus amigos, que no decías tu nombre sino con mucho orgullo tu apellido. No había nadie como tu. Con una mirada lo decías todo y si algo no querías decir enviabas a la abuela como embajadora, que decía “Al abuelo, no le gusta esto” y cuando la abuela decía eso era para echarse a temblar. 

Tampoco te gustó el aparentar, ni vivir por encima de tus posibilidades, vivías con lo necesario, sin darte lujos, ni caprichos, el único que te diste en tu vida, fue ese viaje en que la abuela y tu os fuisteis a Canarias por unos días, para celebrar los años que llevabais de casados en los que siempre os habíais querido como el primer día que os conocisteis. Ya ves tu que dispendios y cuantos lujos.

Como me hablabas de lo mucho que te gustaban los caballos y los animales de granja y la de veces que no te quedaba otra que ir cuando te llamaban de urgencia, ya fueran las tantas o las cuantas y te ponías de barro hasta las orejas y más allá. Que recuerdos. Pero un mal día te operaron y la cosa no salió bien. La abuela creía que ibais a estar en un mes de vuelta y no pudiste resistir tanto dolor. Yo sigo pensando que podías haber vivido unos años más. Fue todo muy rápido. Te llevamos con tu padre, tu madre y hermanos. La abuela lloraba desconsolada, lágrimas de sangre y aún así daba gracias porque te habías ido antes que ella. “Si me voy antes, no se que va ser de él", me decía. Pues si la abuela se hubiera ido antes, tu te hubieras muerto de pena por tanto cariño que os teníais, el cariño de esos matrimonios que se quieren tanto que sólo la muerte rompe ese amor tan grande y que dura hasta el último segundo, del último día.